La función del dinero público es cubrir las necesidades
que la sociedad necesita. Es obvio, que la mayor parte de éste va destinado a
los puntales básicos de una sociedad que son Sanidad, Educación, pensiones y Servicios
Sociales. Otra parte del dinero va destinados a otras partidas que sirven para
mejorar ciertos servicios que van destinados a la ciudadanía.
La función de los gobiernos tanto nacionales,
como autonómicos o municipales es administrar buen ese dinero para que llegue a
los ciudadanos de distinta forma y manera para hacernos la vida más fácil y
para que todo el mundo tenga derecho a
tener cubiertas sus necesidades básicas para vivir (sanidad, educación,
vivienda…). De hecho, cuando votamos, damos toda nuestra confianza a los
gobernantes para que hagan un buen uso de ese dinero. Es más, pagamos
escrupulosamente los impuestos porque creemos que sirven para mantener un estado
de bienestar y diferencial con aquellos gobiernos autoritarios que no respetan
esta premisa.
El problema viene cuando después de haber
dado esa confianza a los gobernantes algunos se apropian de ese dinero público
y piensan que parte de él o todo es suyo y lo utilizan para beneficio propio y
salen a la opinión pública diciendo que a partir de ahora, por ejemplo, los
jubilados van a tener que pagar parte de las recetas médicas puesto que con los
impuestos actuales es imposible cubrir la totalidad de ellas. O por ejemplo, se
cierran aulas porque según se nos dice no hay dinero para mantener dichas aulas
mientras ellos están saqueando las arcas públicas por la puerta de atrás.
Claro que todo esto sería menos doloroso si
el motivo de los recortes fuera por unos malos gobernantes, pero la realidad es
que algunos han utilizado el poder para desviar dinero público para beneficio
propio dejando tocadas las arcas públicas cuyo fin es abastecer las necesidades
que comento arriba.
Esta situación en la que estamos es más que
bochornosa, ya que estamos siendo testigos del robo del dinero que todos
aportamos para que unos pocos se lo queden en vez de utilizarlo para a lo que deberían
utilizar.
La segunda parte de todo este embrollo está
en el silencio de los que deberían dar explicaciones de compañeros suyos que
han hecho estas tropelías y se conforman con decir que yo no sabía nada. Es inviable
en un estado democrático el mantener a estos indeseables que utilizan el poder para
endiosarse y creerse con el derecho de enriquecerse ellos y los suyos con tal descaro
que insulta a la gente que sí somos demócratas y creemos que un estado
democrático tienen que hacer una sociedad mejor gastándose la inmensa mayoría
de los impuestos en formar a los jóvenes lo mejor posible o mejorar los
servicios sanitarios o hacer una subida seria de las pensiones y buscar la
forma de garantizarlas a los futuros pensionistas.
Pero claro, lo más lamentable de todo esto,
no es sólo los ladrones que han hecho esto sino los que callan y otros que han
permitido que la corrupción siga gobernando este país.
En definitiva, el que calla otorga.