Cuando las cosas van bien, es muy difícil ver los puntos débiles que tenemos ya que estamos en un momento de euforia que camufla lo peor que llevamos dentro. Sin embargo cuando las cosas se tuercen hay dos maneras de afrontarlas, una es el no aceptar la situación y por lo tanto no buscar soluciones, o bien, reflexionar e ir buscando la manera de ir aprendiendo la forma de recuperarse y por consiguiente salir reforzado.
Pues bien, llevamos nueve meses
inmersos en una crisis sanitaria inédita para todos, la cual genera mucha incertidumbre y pocas
certezas de cómo solucionarlo a corto plazo. Es obvio, que los que nos
gobiernan deberían darnos unas directrices claras y simples sobre cómo actuar
para evitar dudas e incertidumbre ante este gran problema. En vez de esto los ciudadanos
nos estamos encontrando huérfanos y sin ayuda por parte de los que se supone
tienen que organizar un plan para que el día a día de los ciudadanos sea menos
complejo y más fácil de afrontar. Lo sorprendente es que llevamos años de una
inoperancia política bastante grande incluso cuando las cosas iban medianamente
bien. El problema es que ante una situación tan grave como la que estamos
viviendo se está viendo el estado de bienestar tan endeble que tenemos y cómo
pilares tan fundamentales como la educación y la sanidad están funcionando bien
no por la buena gestión de los que nos dirigen sino por la vocación de sus
profesionales que a pesar de darles la espalda siguen trabajando en muchos
casos de manera muy precaria por la falta de recursos. Claro, esto me lleva a preguntarme
dónde va realmente el dinero que todos pagamos a través de nuestros impuestos.
En temas importantes, no. Estamos viendo una falta de empatía por parte
nuestros líderes políticos ante la pandemia que estamos viviendo, durante la
cual nos dicen que tenemos que ser responsables pero ellos no lo son y hacen
todo lo contrario a lo que predican.
El mayor problema es que la
ciudadanía se está acostumbrando a esta mediocridad y parte de la población se está
contagiando de eta incompetencia y se está comportando de una manera
irresponsable y sin ningún compromiso social y solidario sobre los demás.
Por culpa de todos los espectáculos
bochornosos que vemos todos los días por parte de los que nos gobiernan está
empezando a surgir una forma de vivir muy superficial, egocéntrica, antisocial
y poco productiva que está debilitando los mimbres fundamentales de nuestra
democracia.
Está creciendo una irresponsabilidad
manifiesta de ciertos ciudadanos que no respetan las normas básicas de salud y
muestran una actitud chulesca y en algunos casos agresiva ante quiénes les
reprenden dicha actitud. Es más, se manifiestan gritando LIBERTAD porque se les
está pidiendo que controlen sus impulsos primarios de salir a ciertas horas. Y
digo yo, qué tiene que ver esto con la libertad. Confunden libertad con
libertinaje y confunden la libertad de movimientos con hacer lo que me da la
gana en cualquier momento sin pensar en el otro. Estamos viendo a gente
insensible que se lamenta de que no puede ir en grupo, por ejemplo, a una
terraza sin pensar en el que tienen al lado. Estamos presenciando lo que
llevamos sembrando desde hace años, niños malcriados que lo han tenido todo sin
esfuerzo y ahora quieren seguir teniendo todo a costa de pisar lo más sagrado
que tenemos: nuestra vida. Hemos dejado primar el egocentrismo frente a la
comunidad y ahora va a ser muy difícil salir de esta situación.
Además veo que hay algo más
peligroso que el COVID19 que es el bajo nivel cultural de las personas y el
desconocimiento de los acontecimientos históricos que nos hicieron grandes como
sociedad. Cada vez lo tengo más claro que este es el caldo de cultivo que
quieren nuestros políticos, una sociedad cada vez menos preparada y que solo
quiere satisfacer sus instintos más básicos y llenar sus egos.
Mucho me temo que esta crisis
social y ausencia de identidad comunitaria nos va a llevar a unos años de mucha
incertidumbre y oscuridad.
Totalmente de acuerdo en todo
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